NUESTRA HISTORIA VITIVINÍCOLA
SIN MEMORIA NO HAY IDENTIDAD Y SIN IDENTIDAD NO HAY DESARROLLO”
Cultivo de vides en los Oasis de Pica, su historia, desarrollo productivo, comercial y su término (principio del siglo XX)
Durante la colonia española el único centro vitivinícola de mayor trascendencia en la actual Región de Tarapacá radicaba precisamente en los oasis de Pica-Matilla-Quisma, las vides fueron traídas muy tempranamente por Damián de Morales en el año 1589, a pocas décadas de la invasión europea. Es decir, eran cepas trasladadas desde España e implantadas en aquellos suelos adecuados, con climas más compatibles y agua de calidad. Así fue que los cultivos europeos, como los olivos prendieron en Azapa, el trigo en Tarapacá y en estos oasis fueron las vides los productos mejores adaptados y después los frutales con menor frecuencia. El mercado vinero era tan amplio como para abastecer a las poblaciones mineras de Potosí y de gran parte del virreinato meridional (Nuñez L., 2017).
Precisamente en el año 1774 se sabe a través del testamento del piqueño José Basilio de la Fuente que el impacto del prestigio de las viñas de estos oasis sobrepasó las fronteras. Don José Basilio fue uno de los más ricos de la comarca y sus propiedades viñateras se concentraron en los mejores espacios del oasis. En el sector de la “Banda” declara bodegas con tinajas, pipas, lagar, piquera y la viga del apriete. En la “Viña Grande” (sector la “Chimba”) que limitaba con la hacienda de la “Comunidad”, mantenía 10.756 cepas y “mugrones” con una producción anual que alcanzó 682 botijas de vino.
En su “Hacienda de la “Comunidad” cuenta con 7.300 cepas y “mugrones”, más 5.636 nuevas con una producción de 484 botijas de vino. En el “Pago del Resbaladero” sus tierras se ubicaban bajo la cocha y tenía aquí 2.800 cepas y “mugrones” con 1.020 cepas nuevas. En su “Hacienda de Miraflores”, bajo el socavón, mantenía 8.020 “majuelos” y 2.227 nuevos. En el “Pago o Hacienda de Jesús María”, declara 10.400 cepas y 1.359 majuelos (Núñez L., 2017).
La escasa disponibilidad de agua fue uno de los problemas que debieron enfrentar los agricultores o dueños de “chacras”. Para aumentar el caudal y la superficie de cultivos los agricultores españoles construyeron lumbreras o socavones en la roca viva que aportaron adiciones importantes a la obtenida de las vertientes naturales, con todo la superficie total del complejo Pica, Matilla, Quisma, no era superior a 250 ha. (L. Gómez, 1989), la que ha permanecido poco variable hasta ahora.
En la actualidad el área no superan las 300 ha de cultivos, las que corresponden principalmente a especies de cítricos y otros frutales de origen tropical tales como mango y guayabos, sin embargo durante la colonia y hasta comienzos del siglo pasado se caracterizó principalmente por la producción vitivinícola. Al respecto Núñez (1985) señala “En la mitad del siglo pasado estos oasis presentaban una alta productividad de parras, higueras, granados, guayabos, pacayes y verduras en su mismo orden”, Agrega: “Este vino generoso y premiado sobrevivió hasta comienzos del presente siglo (siglo XX) cuando debió competir con los mercados vitivinícolas del centro de Chile”.
En el siglo XVIII la producción de vinos era de 15.000 botijas al año. Incluyendo con la de Pica las producciones de Matilla y Quisma. Hasta el año 1860 se mantuvo alrededor de esa cifra, sin embargo, entre 1875 y 1892-93 la producción bajó a menos de 10.000 botijas y, a comienzos del siglo XX la producción total de las tres comunidades solo era de 55,3 Hectólitros (Bermúdez O., 1987).
Los vinos que se elaboraban en los lagares de Pica, Matilla y el Valle dieron fama a la provincia de Tarapacá en el virreinato y el alto Perú. La producción se mantuvo durante tres y medio siglos (Bermúdez O., 1987)
Los factores más relevantes que explican la decadencia de la producción de vino en la zona son: La expropiación de las aguas de las vertientes de Chintaguay y, los altos impuestos que impedían la competencia con los productores de la zona central de nuestro país (L. Gómez, 1989). Después de las extracciones de agua que se iniciaron en 1924 dejó de producirse también en Matilla o se mantuvo todavía por algún tiempo solo para el consumo doméstico.
El vino que siguió elaborándose en Pica sufrió una grave crisis en su comercialización al generalizarse la paralización de la industria salitrera, que sustrajo a los agricultores piqueños gran parte de sus mercados. Otro azote para los vinicultores fueron los altos impuestos, que hicieron imposible la competencia con los productores del centro del país. Así en la década del 30 quedaba terminado en el oasis piqueño el cultivo de la vid, haciéndose en 1936 la última cosecha (Bermúdez O., 1987).
En suma la era del vino había terminado, las viñas estaban muertas. De la actividad iniciada por Pedro Fontaner y Damián Morales Usabal “enviados por el superior gobierno”, solo quedaban los lagares abandonados y las grandes tinajas de barro construidas. El oasis de san Andrés de Pica, entre tanto, gracias a sus vertientes y socavones, sobrevivió a la crisis salitrera, se mantuvo y se impuso a la decadencia acrecentando su producción frutícola con mercados en la provincia de Antofagasta (Bermúdez O., 1987).
VISIONANDO UN NUEVO DESAFIO EN LOS OASIS DE PICA
En el año 2021 un grupo de 25 productores, empresarios y profesionales junto a Corfo inician el desafío de reintroducir la vitivinicultura, siendo hoy mudos testigos, de las importantes producciones de antaño que le dieron fama, los múltiples vestigios de los Lagares que hasta el día de hoy se encuentran en el territorio.
Uno de las principales logros durante el año 2021 fue la recolección del material vegetal existentes en los Oasis de Pica, por lo que de 53 muestras se llevó a cabo un estudio genético encontrándose 9 cepas NN, no registradas a nivel nacional e internacional, y dentro de éstas 5 cepas exclusivas e inéditas.
El año 2023 se iniciará la etapa de propagación de las cepas patrimoniales encontradas, para así evaluar los procesos vitícola y enológico con el propósito de conocer el potencial vitivinícola y comercial de las cepas, hecho que permitirá generar una oferta de calidad orientada a segmentos de mercado nacional e internacional.